Es indudable que la pandemia del coronavirus ha producido un cambio económico y social en todo el mundo. Para proteger lo más importante que tiene los países, las vidas de sus ciudadanos, ha sido necesario recurrir a una política de estricto confinamiento y cierres generalizados como principal medida de contención para propagación de este peligroso virus.

Además de las innumerables vidas que se ha cobrado a su paso, el covid-19 ha golpeado fuertemente a las economías, principalmente en tres aspectos:

-> En la producción global, como veremos, se ha visto reducida hasta niveles muy peligrosos como consecuencia de las medidas de prevención y la incertidumbre.

-> En las cadenas de suministros y distribución. Vivimos en un mundo muy globalizado y la mayoría de los productos requieren de componentes externos del exterior. Además, el comercio mundial juega un papel muy importante en todos los países y con esta crisis, cabe esperar un gran parón temporal.

-> En el entorno financiero. Muchas empresas, afectadas por su disminución de ventas, pueden desprenderse por el precipicio del “default”, por la falta de liquidez. Además, la incertidumbre generada y el pánico sobre ciertos sectores, conducen a grandes reducciones en las valoraciones bursátiles que innumerables empresas no podrán soportar (desde el principio de la epidemia, las bolsas de media han caído un 30%). Se ve necesario un fuerte apoyo institucional desde esta parte.

Según el FMI, el resultado global que se proyecta sobre la economía mundial es el de una reducción del -3.1% de su PIB para este 2020, un resultado mucho peor que el de la grave crisis del 2008, que fue de un -0.1%.

Así, también el fondo prevé que se pueda solucionar el problema principal de la epidemia para el segundo semestre de este mismo año 2020, cuando se empiecen a reducir progresivamente las medias de contención. De esta manera y con el fuerte apoyo de las políticas de gasto de los gobiernos y de las organizaciones internacionales, se conseguiría un crecimiento del 5,8% de la economía mundial para el 2021, como podemos ver en el siguiente gráfico:

Cabe destacar del gráfico la comparación en el decrecimiento del PIB de este año 2020 que se prevé entre las economías desarrolladas y las emergentes. Podemos observar como la producción decrece, en términos relativos, más en las economías desarrolladas frente a las emergentes, concretamente se prevé un valor del -6.1% frente al del -1% de estas últimas. Y dentro de las desarrolladas, la más afectada es la Unión Europa, con un valor previsto para ese año del -7.1%

Entre otras repercusiones actuales de la pandemia sobre la economía, es conveniente destacar el gran impacto que ha tenido sobre los productos básicos. Así pues, debido a efectos directos como la reclusión, al cese actividades y al resto de estricciones impuestas, junto a los consiguientes efectos indirectos relacionados con la grave crisis económica que se está formando, la demanda y la oferta de estos productos ha disminuido notablemente y se prevé cambios importantes para estos mercados en el mediano plazo y largo plazo. La gravedad de estas consecuencias dependerá de la evolución de la epidemia en los diferentes países, aún así, ya podemos observar en la siguiente gráfica este resultado:

Podemos apreciar como los productos energéticos fueron los más afectados en contraposición a los productos agrarios que han sido los que menos. Entre estos energéticos, se prevé que durante este 2020 se reduzca su precio en un promedio de un 40% con respecto al año anterior. En un extremo tenemos los precios del carbón, que son los que menos se han visto afectados (ya que se utilizan principalmente para electricidad y no ha caído casi con la crisis). En el otro, se encuentra el petróleo, el “gran perjudicado”, con un desplome de más del 70% en su precio, llegando así a los 35$US por barril, que se entiende consecuencia directa del parón en el mundo del transporte. Esto deja una disminución de su demanda hasta unos niveles nunca visto en una crisis, -9.3%, el cual se queda lejos del segundo desplome mundial de la demanda de este producto básico, que fue en el 1980 y de un -4.12. No obstante, conocemos los esfuerzos coordinados que está llevando a cabo la OPEP, reduciendo su producción para intentar paliar estos efectos.

En cuanto a los metales, en general, también han experimentado una fuerte caída como consecuencia de la reducción de su demanda, principalmente industrial. Tenemos la excepción del oro, cuyo valor ha aumentado dado esa búsqueda de la seguridad de los inversores por esta situación de incertidumbre en los mercados.

Y, por último, respecto a los productos alimenticios, se prevé que se mantengan estables durante la pandemia, como consecuencia de su no vinculación directa al crecimiento económico. Sin embargo, el problema o más bien, dilema, se forma en torno a la capacidad de abastecimiento de los mercados. Actualmente, esto no supone una mayor preocupación, pero puede serlo en el futuro, ya que habrá mayores restricciones comerciales, como las que ya estamos viendo, que harán aumentar los costes en las fronteras, unido a las incitativas de acopio por parte de la población, puede acabar repercutiendo en los precios y en las redes comerciales. Además, el Banco Mundial estima que los más afectados serán los países emergentes y los de ingreso bajo, cuyas economías dependen más de estos productos, incluso presentan un mayor % de gasto en alimentación que la media de los países desarrollados.

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