Tratar de adivinar el futuro es una labor muy compleja, de hecho, los mayores especialistas en ello cada vez están más convencidos de su imposibilidad. Como decía el importante físico danés Niels Bohr, “hacer predicciones es muy difícil, especialmente cuando se trata del futuro”. Esta gran verdad, se cuantifica más en nuestros días, con la crisis del coronavirus, ya que nos ha desplazado hacia un mundo nuevo con el que no tenemos la costumbre de tratar.

Actualmente, el debate sobre lo que sucederá en el futuro, se articula en dos extremos: por un lado, los que creen en que habrá un cambio profundo, que pondrá fin a la globalización y al capitalismo. Y por el otro, los defensores de que este virus acentuará las tendencias que había en marcha y se volverá a la normalidad.

En mi opinión, nunca los extremos son acertados. No creo en que esta grave crisis sanitaria, con el enorme impacto que está generando en el mundo, no produzca ningún tipo de cambio en las economías. Ni tampoco defiendo el catastrofismo puro y la vuelta a las antípodas del renacimiento. Mi predicción se encuentra en un nivel intermedio.

Creo firmemente que la crisis afectará a los gobiernos actuales, por el desgaste que supone gestionarla (ya lo estamos viendo en las manifestaciones). Esta crisis gubernamental desembocará en cambios estructurales en las relaciones internacionales. Entrarán en declive los defensores populistas y en contraposición, encontrarán el éxito las ideología soberanista y nacionalista, la defensa de fronteras y el Estado protector.

Puede ocurrir también una especie de redistribución de poder y riqueza, tanto a nivel internacional como nacional. Entre China y EEUU, es probable que en función de quién mejor gestione la crisis, obtenga la consolidación como líder absoluto mundial. Al parecer, China se está adelantando a los estadounidenses. Esto resulta paradójico al pensar, que, como consecuencia de que el origen del virus es una mala gestión de los mercados de animales vivos en China, el país pueda salir reforzado de esto, puesto que la mala imagen está ahí. Pero claro, si analizamos lo sucedáneo, nos damos cuenta de las eficaces políticas de contención que ha implementado el país, que han logrado el éxito en cuanto a contagios y muertes, sumado a las solidarias ayudas sanitarias presadas a diversos países. Por el otro lado, en EEUU, como país más afectado por la pandemia, se ha demostrado la ineficacia de su sistema sanitario, que lejos de ser incompleto, que por supuesto, no lo es, dado su mecanismo privado, resulta inefectivo en lo que al interés público se refiere.

En Europa sucederá parecido, siendo Alemania quien tiene todas las papeletas para salir reforzada, puesto que ha llegado a la crisis como la mejor preparada. Sin embargo, en la Comunidad Europea subyace un problema mayor y es que este virus será una prueba para la validez en su conjunto de este sistema de estados comunitarios. En función de como actúe Europa en su rescate a los más afectados, podrían suceder diversos problemas con los países más vulnerables, generando consecuencias más importantes que las del actual brexit.

Por otro lado, dentro de los países, podemos ver como se acentuará esta brecha entre las riquezas y desigualdades, puesto que el gobierno tendrá que dejar de gastar en algún momento y entonces será cuando los más débiles sufrirán las peores consecuencias. Esto último ya lo estamos viendo en la actualidad, cuando nos paramos a comparar el paso de la pandemia de la población de las economías desarrolladas frente a la de los países más pobres.

En España, podríamos hablar de un triple golpe. España se encuentra entre el top de los países del mundo con más infecciones, lo que refleja que su sistema sanitario, que se presupone la joya de la corona, es menos estable de lo que parecía. Por otro lado, tenemos un punto de partida económico en el país, con el que enfrentarnos a la crisis no muy favorable (no es ni mucho menos ni parecido al que había en el 2008, lo que también induce a reflexionar sobre si las actuaciones gubernamentales del bipartidismo tradicional, previo a esta crisis sanitaria, fueron las oportunas). Además, este grave problema nos golpea de lleno a través de uno de los sectores más importantes del país, el turismo, que supone el 14% del PIB español. Por último, destacar que es muy probable que lo que marque en gran medida el devenir de España sea las actuaciones de ayuda que realice la UE. Desde luego que, si vuelve a equivocarse como en el 2008 y no se muestra contundente, podemos esperar las peores consecuencias en España frente al resto de países europeos.

Además de estas consecuencias más aisladas, el mundo que habrá después del Covid-19, será uno menos intercomunicado, por lo que seguramente más pobre.

Los estados más dedicados a la exportación, es muy probable que entren en una grave crisis económica importante, por la fuerte contracción de la demanda y las restricciones difícilmente de disminuir en el corto plazo (países como Venezuela, Bolivia, Chile…).

Como hemos mencionado, al igual que en España, el resto de los países muy dependientes del turismo entrarán también en una grave crisis, puesto que como es lógico, el turismo disminuirá por el miedo al contagio y por la reducción de la riqueza en general. Esa reducción de ingresos desembocará en un menor consumo, que como hemos dicho, afectará a los países exportadores.

Muchos estados buscarán una “reindustrialización” en los sectores estratégicos, como medida previsora nacional, lo que acentuará todavía más la reducción del comercio internacional (un claro ejemplo manifiesto de estos días: el sector sanitario).

Y, por último, podríamos prever la aparición de nuevos conflictos económicos globales, como el que podría surgir entre EEUU y China. Además de verse reducidas las posibilidades de reducir los focos de conflictos actuales, ya que necesariamente se verán muy limitadas las ayudas internacionales a ese fin.

El mundo se está enfrentando a una crisis mundial sin precedentes. Como sabemos, sus efectos ya se han dejado ver en las economías. Las instituciones de todos los países, por su parte, han adquirido una necesaria conciencia social del problema. Hecho manifiesto en que todas las organizaciones nacionales y supranacionales están reaccionando a la crisis con diferentes políticas que abarcan desde los aspectos más puramente económicos hasta el mundo sanitario, donde la vida de las personas se encuentra en juego.

Aún con todas estas medidas, dada la naturaleza del problema y dada la estructura mundial actual, todo apunta a que tendremos un mundo más pobre, inestable y menos globalizado. Aún así, hay que ver el baso medio lleno y pensar que, de situaciones peores, hace décadas, “hemos salido “y avanzado con creces. Se supone que ahora estamos “mejor preparados” que nuestros antecesores.